jueves, 19 de febrero de 2009


PARÍS.- Messi puso el Velódromo boca abajo a las once menos cuarto de la noche. Un eslalon maradoniano sentenció la victoria de Argentina, reventó la zaga francesa y convirtió en panorámica la sonrisa de Diego. [Las mejores imágenes]
Dos partidos, dos victorias. Maradona comienza a justificar el mesianismo con que se ha hecho cargo de la selección albiceleste. Escocia era un 'sparring' modesto, pero ganar a Francia, hacerlo a domicilio y ganarse los olés de la grada demuestran claramente las dimensiones del revulsivo.
Más aún, considerando que el partido amistoso fue muy poco amistoso. Sirvan como ejemplo las faltas, las tarjetas, las blasfemias y hasta la pugna que entretuvo a los madridistas Gago y Lassana Diarra.
De la refriega salió perjudicado el fútbol y beneficiado el providencialismo maradonista. Argentina lleva 180 minutos sin encajar un gol y sólo ha necesitado dos para descarrilar a los rivales europeos. Todo ello sin desplegar un buen juego y sacando tajada al orden táctico, a la mentalidad.
Anoche, que conste, ni Messi ni Agüero se atrevieron anoche a llevar el 10 en la espalda. De hecho, no lo hizo ningún futbolista de la selección albiceleste. Era una manera de respetar al míster, diez absoluto del fútbol, y de aflojar las responsabilidades en el amistoso marsellés contra Francia.
El duelo se había planteado en los términos de una cuestión sucesoria. Messi y Agüero tenían que ganarse en el campo las comparaciones que los vinculan a Maradona, mientras que Gourcuff debía justificar las razones por las que le han convertido en un epígono de Zinedine Zidane.
El jugador del Burdeos lo hizo de manera prometedora e intermitente. Unas veces adornándose con el tacón y con la espuela. Otras buscando la vertical y aliándose con la coreografía de Henry, inspirado a ratos, pero tocado siempre con la fiebre blaugrana que le ha inculcado Guardiola.
Más ingrato era el papel del compatriota y colega Abidal. Tenía delante la camiseta a rayas de Messi y a Messi en persona. Era la primera vez que el crack jugaba a las órdenes de Maradona, pero no pareció impresionarle la vigilancia del míster. Especialmente cuando aprovechó la asistencia de Tévez para “matar” el partido con una creatividad asombrosa: 2-0.
La ventaja de Argentina en el descanso, en cambio. pareció más un premio al cinismo que un mérito deportivo. Fue la selección francesa la que dominó el juego en el centro del campo.
La prueba está en que Maradona se desesperaba por la celeridad con que sus muchachos perdían el balón. Heinze hacía aguas en defensa, Gago se asfixiaba en la línea medular y Carrizo se empleaba bajo los palos.
Es verdad que Messi abría metros y aterrorizaba cada vez que le caía un balón, aunque tanto él como Agüero anduvieron bastante desabastecidos. De hecho, el gol de la ventaja se produjo en una asistencia buscavidas del delantero colchonero. Ahí estaba el 'Galgo' Gutiérrez para aprovecharla y para dejar en silencio los graderíos del estadio del Velódromo.
A propósito de reacciones populares, se temía anoche que los hinchas rebeldes abuchearan la Marsellesa. Ha sucedido en los encuentros del 'Stade de France', de modo que la proliferación de franco-magrebíes en la Costa Azul hacía sospechar una especie de rebrote antipatriótico.
No sucedió ni hubo incidentes. Lo que sí ocurrió es que los espectadores galos jalearon las acciones de Argentina, acunaron a los maradonianos con olés y abuchearon el tran tran de los chicos de Domenech en el desenlace del encuentro: "Dimisión, dimisión"; proclamaba el tendido

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